Para que el contenido que queremos mostrar en nuestros sitios web sea finalmente accesible, es necesario realizar un proceso previo para unir diversos componentes que lo hacen posible.
En esta edición de Diccionario NIC.ar, desarrollaremos tres conceptos diferentes pero que se encuentran completamente enlazados en la operabilidad de un Nombre de Dominio.
Sabemos que un Dominio de Internet es un nombre único y exclusivo que cumple la función de identificar un sitio web. Pero, ¿cómo podemos hacer para que diferentes personas puedan visitarlo y acceder a su contenido?
Es a través de un sistema que permite vincular cada número que identifica a los dispositivos conectados a la red (IP) con un nombre que sea más fácil de recordar. Este se denomina: Sistema de Nombres de Dominio o DNS (por su sigla en inglés). El DNS permite que al ingresar un Nombre de Dominio en el buscador de un navegador lleguemos exitosamente al sitio correspondiente; por otro lado, también permite que podamos enviar un correo electrónico o hacer uso de cualquier otro servicio en la red. Por eso su desempeño es clave para que Internet funcione y por ello es considerada una infraestructura crítica.
Ahora bien, existe un proceso para asociar los DNS al nombre de dominio con la finalidad de acceder a tu sitio, denominado Delegación de Dominio. Se trata de llevar a cabo la configuración de estos DNS en el dominio para enlazarlo al servicio de hosting u hospedaje que elijas para operar. Este servicio se encargará de almacenar la información del sitio web, correo electrónico, etc. A partir de este vínculo, al iniciar la búsqueda del dominio desde un navegador es posible que quienes accedan a tu sitio, den con su contenido e incluso puedan contactarte a través del correo electrónico creado.