Entrevista a Lucía Viscuso, co-fundadora de WIDE Argentina

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Entrevista Lucía Viscuso
Abril 2018

Lucía es Licenciada en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, co-fundadora y Coordinadora de Wide Argentina - Women in the Digital Ecosystem. Es mentora en Technovation, un proyecto global sobre género y tecnología para niñas de escuelas secundarias y co-fundadora del proyecto Empowering Diversity in Tech & Startups, orientado a fomentar la inclusión de colectivos diversos en el emprendimiento. Es Magíster en Public Management por la Universidad de Potsdam y Magíster en Gobierno y Administración Pública por el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset. Es especialista en gestión de proyectos con impacto social, con un enfoque en la ciudadanía, la innovación, la sostenibilidad, la igualdad de género y la inclusión de grupos vulnerables a través de la ciencia, la tecnología y el emprendimiento.



Estos últimos años surgieron diversos debates sobre las cuestiones de género, se aprobaron leyes en el parlamento que nos permitieron utilizar nuevas categorías, en los programas de TV se mencionaron temáticas y se recrearon escenas que hace unos años atrás no eran aceptadas por la sociedad. En este sentido, ¿los planes de estudio están actualizados en relación a las cuestiones de género? Si es así, ¿se implementaron en todo el país y se capacitaron docentes desde una perspectiva de género?

Hay que reconocer que, en los últimos años, muchas de las demandas para institucionalizar políticas públicas que garanticen la igualdad de género, han avanzado y tomado visibilidad. Esto sin duda respondió a la movilización social por parte del movimiento feminista, y en el caso de la educación, también al rol jugado por los gremios y sindicatos. Creo que uno de los ejes para avanzar en la igualdad de género en nuestro país es poder garantizar la Ley de Educación Sexual, que actualmente no llega a todos los docentes ni escuelas, ni se apoya su implementación con recursos suficientes para poder garantizar de manera integral este derecho. Como todo proceso de cambio cultural y de deconstrucción social, es muy difícil llevarlo a cabo de un día para el otro porque existen muchas estructuras que siguen reproduciendo visiones patriarcales y violencia institucional. Por eso es importante que el Estado y las políticas públicas desarrollen estrategias transversales que permitan avanzar de manera coherente. Por ejemplo, impulsando iniciativas que también involucren y capaciten a las familias, para que puedan acompañar el desarrollo de una educación no discriminatoria, libre de estereotipos y que reconozcan la diferencia como algo positivo, no sólo en términos de género, así como también, profundizar en la formación docente y en las condiciones laborales que ejercen su profesión. Hay que asegurar que tanto la pedagogía docente como los materiales educativos promuevan un lenguaje inclusivo, no sexista, y esto nos exige hacer una revisión sobre las masculinidades, feminidades y el género binario.

En la Charla Debate sobre Gobernanza de Internet: “El rol de las mujeres en el ámbito tecnológico y los avances legislativos en pornovenganza”, se habló sobre la idea de que la mayoría de las veces las mujeres eligen qué carreras estudiar de acuerdo a los estereotipos instalados en la sociedad. ¿Cómo se puede modificar esta tendencia? ¿De qué manera se podría incentivar a que más chicas se formen y perfeccionen en carreras vinculadas a la tecnología y a la ciencia? 

Desde que nacemos se comienza a interiorizar sobre nosotros estereotipos de género que abarcan nuestra manera de pensar, actuar, elegir, sentir, y condicionan en gran parte nuestra cosmovisión del mundo. Esto se refuerza con el proceso de socialización y educación formal, donde las disciplinas están asociadas a una idea de masculino o femenino, limitando una elección libre sobre nuestra identidad, y nuestra orientación profesional. Por lo tanto, contratacar este paradigma es un proceso complejo, que debería comenzar a involucrar a distintos entornos. Un primer paso para romper este círculo vicioso es desnaturalizarlas, reconocerlas como relaciones de poder construidas e identificar las graves consecuencias que tienen. Hay muchas prácticas que podemos impulsar, como reconocer la labor de las mujeres y colectivos LGTBI+, mostrar modelos a seguir diversos en disciplinas STEM (acrónimo en ingles que refiere a las carreras vinculadas a ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) ya que no se puede elegir lo que no se conoce, así como modificar nuestro lenguaje, vocabulario o el criterio al consumir entretenimiento y medios de comunicación. Por ejemplo, cuando pensamos en un técnico para reparar un electrodoméstico o dispositivo electrónico, se suele imaginar a un hombre. Sin embargo, estos cambios tienen que estar acompañados y enmarcados en una estrategia institucional, que abarque el sistema educativo, judicial, político, que son los que generan condiciones que justifican y refuerzan que seamos socializados de una manera u otra.

¿Qué desafíos deberían plantearse para los próximos años en relación a los planes de estudio y su articulación con las relaciones del mercado laboral? 

Esta pregunta es fundamental porque tiene una complejidad intrínseca: ¿debemos educar para favorecer la inserción en el mercado de trabajo? Creo que la educación obligatoria tiene que estar dirigida a darnos un abanico de oportunidades y herramientas, que no sólo se orienten a adaptarnos o fragmentarnos de acuerdo con las necesidades del sistema productivo, sino que permitan generar proyectos personales independientes, libres y transformadores. Cada vez más la sociedad se va digitalizando, por lo que brindar herramientas de inclusión y alfabetización digital crítica puede ser uno de los ejes que permita una articulación hacia sujetos y comunidades que tengan capacidades para cuestionar la tecnología y reapropiarla. Hay que repensar la tecnología no como un fin bueno en sí mismo, sino como un medio que tiene que orientarse a mejorar la calidad de vida, dar respuestas y satisfacer expectativas. Es esencial tener en cuenta los momentos de transición de una etapa a otra, para brindar orientación e información laboral y profesional, así como para reflexionar de manera crítica con la juventud sobre las desigualdades y estereotipos en cada ámbito, tales como la diferencia en las remuneraciones según el sexo, los techos de cristal, las alternativas posibles en cada disciplina, o los modelos mentales que creamos de determinadas profesiones. Estos debates deberían darse inicialmente dentro del sistema educativo y familiar, pero también es fundamental el trabajo desde la educación informal y desde las iniciativas de la sociedad civil para compensar y acompañar estos procesos. Desde WIDE intentamos acompañar estas fases de discernimiento, tratando de romper las concepciones tradicionales sobre los horizontes profesionales en la tecnología, que cada vez son más diversos y transversales a la mayoría de las disciplinas, así como también buscamos contextualizar la tecnología y reinterpretarla como una construcción social, inserta en un contexto social y cultural específico.

Se ha visibilizado que, con el paso de los años, la brecha digital de género se profundizó y que por el momento no se encontró una solución a este problema. ¿Cuáles pensás que serían los caminos que se deberían construir para comenzar a revertir esta situación? 

La brecha digital de género pone en evidencia y trasluce la profunda desigualdad que afecta a las mujeres y colectivos LGTBI+, y nos limita a alcanzar la plenitud de oportunidades para acceder a los beneficios de la tecnología que, como mencioné antes, está condicionada por patrones culturales, históricos y políticos, que hay que seguir cuestionando y deconstruyendo. Ni hablar de la discriminación y limitaciones que se suman a personas de minorías raciales, étnicas, migrantes, de zonas rurales o que son madres. La legislación y la efectiva implementación de estratégicas públicas para alcanzar la igualdad tienen que ser un pilar fundamental, ya que, por ejemplo, la independencia financiera o la disposición para emprender sigue limitada mientras no se promueva compartir las tareas de cuidado. ¿Qué podemos hacer? Fomentar comunidades de apoyo y networking que permitan contener, capacitar en TICs, fomentar el emprendimiento, visualizar modelos y perspectivas de carrera. También crear observatorios que permitan conocer información precisa, auditar y denunciar la desigualdad, diferenciando lo que significa la brecha digital en términos de acceso, uso y apropiación, así como a nivel más concreto, pueden jugar un rol fundamental la utilización del software libre que permiten una reapropiación tecnológica y la redistribución del conocimiento.

¿Es posible pensar hoy en día en la elaboración de políticas transversales de género que puedan darle un principio de solución a los diferentes frentes que hay que abarcar tales como la brecha digital o la violencia de género en línea?

Justamente las políticas transversales son la clave para atacar a un fenómeno tan arraigado culturalmente y complejo. Hay que investigar y responder con estrategias integrales. Por eso, hay que pensar en planes de estudio a todos los niveles, como también en una reforma judicial, en exigir igualdad en los contenidos de los medios de comunicación, en promover una gestión crítica en el ecosistema digital y una promoción de las STEM en las escuelas, entre tantas otras medidas que hay que proponer. Por ejemplo, hay que reflexionar sobre las masculinidades tradicionales que todavía ven el avance de la igualdad en el espacio público o profesional como una amenaza o una pérdida de poder o privilegios. También es necesario pensar sobre la violencia digital que sufrimos las mujeres y colectivos LGTBI+ en Internet, que nos obliga a dar pasos atrás en este ámbito. Si como sociedad no hacemos una introspección y buscamos caminos conjuntos e integrales, no vamos a poder ir a fondo. Creo que el hecho de que hoy haya tantas organizaciones e iniciativas con perspectiva de género en distintos ámbito hace que este contexto sea favorable y tenga un potencial transformador que seguramente en unos años podamos valorar.